Un interesante artículo publicado en El Día, que detalla algunos aspectos de la historia de los vinos canarios en diversos momentos de la vida cotidiana y la creación de un país como Estados Unidos.
La vinculación, de la que ya hemos hecho referencia en anteriores ocasiones con motivo del anuncio de exportar los vinos de Bodegas El Sitio de San Juan a EEUU, y que se basan en estudios de Carlos Cólogan, señalan que los caldos canarios, más concretamente de Tenerife, siempre han gozado de un excelente ‘cartel’ y prestigio más allá del Atlántico. En este artículo al que hoy hacemos referencia, también figuran las investigaciones del historiador Manuel Hernández y que, prácticamente, indican cómo surgió la exportación
Durante los próximos días seguiremos hablando y mostrando cómo El Sitio se va a hacer ‘las américas’, pero que ya cuenta con amplias expectativas. Su calidad y formas en que se trabaja y se hace el vino en Bodegas El Sitio de San Juan, le preceden.
———– Artículo de Sergio Lojendio.- El Día.—-
….. «Comercio e Ilustración, apertura de mercados y nuevas ideas se mezclan y maridan, alumbradas en un trabajo de investigación, obra del doctor en Historia y profesor titular de la Universidad de La Laguna Manuel Hernández, que ve la luz en un libro publicado por Ediciones Idea. Este incansable estudioso se centra en los promotores de ese tráfico mercantil atlántico y las figuras de los intelectuales que, en el trasiego material y humano, introdujeron y proyectaron las nuevas concepciones ideológicas.
El comercio entre el Archipiélago y las colonias británicas, germen de los nacientes Estados Unidos, se convierte en un renglón imprescindible para la economía insular, «no solo por tratarse de la única salida factible para la producción de los vinos insulares, fundamentalmente de Tenerife, sino por lo que representaba en cuanto al abastecimiento de maderas para sus barriles (las duelas de Virginia) y de granos, trigo y maíz, en tiempos de escasez», subraya el investigador.
En torno a 1730 dejó prácticamente de exportarse malvasía a Inglaterra. Eso, en una coyuntura en la que las colonias inglesas representaban la única posibilidad viable de salida para los vinos canarios. La consecuencia fue la obligada transformación del cultivo de la vid, de manera que el malvasía fue dando paso al «vidueño», un vino de mesa (mezcla de diferentes varietales), al que se le añadiría vino tinto y aguardiente mallorquín para proporcionarle una textura similar al Madeira, creando lo que se denominaría falso Madeira. «Esta posibilidad seducía a los mercaderes norteamericanos ante la disponibilidad de compra de un producto más barato», explica el profesor Manuel Hernández.
Y es que a mediados del siglo XVII, el malvasía tenía cada vez menos horizonte de futuro. «El hecho era que, contrariamente a lo que sucede hoy, la mayoría de las comarcas producían vino blanco y las colonias norteamericanas demandaban tinto». Lo cierto es que entre 1700 y 1763, las trece colonias norteamericanas multiplicaron por ocho su población, convirtiéndose así en un «potente y expansivo mercado», precisa el historiador.
El mercado colonial español en América, limitado fundamentalmente a los puertos de La Habana, Campeche y La Guaira, suponía un consumo muy reducido de vinos y una siempre precaria venta de aguardiente de parra, debido a la fuerte competencia del de caña, diez veces más barato. Por ello el panorama exportador vinícola resultaba crítico.
La exportación de harina norteamericana en los buques del que comerciaban entre Canarias y el Nuevo Continente, especialmente con destino a Venezuela y sobre todo a Cuba, se convertiría «casi en la única alternativa posible de futuro para la continuidad de estas relaciones», un buen negocio que compensaba los elevados costos que suponía «un tornaviaje vacío», subraya Hernández. Con todo, desde su independencia en 1776, Estados Unidos de América ya cifraba sus posibilidades de expansión económica en el virgen mercado hispanoamericano, al que podía abastecer de harinas y pescado salado. «La burguesía comercial comprendió la utilidad de aprovechar a Canarias como trampolín para introducirse en la América española».
De esta manera se abría una etapa de expansión en el comercio canario-norteamericano que no limitaría ni siquiera las guerras de la última década del siglo XVIII ni las de la etapa napoleónica. El intercambio mercantil depara difusión de ideas, mayor circulación de los libros y genera el caldo de cultivo apropiado para la penetración de las nuevas corrientes de pensamiento. «Las élites mercantiles protagonistas de este intercambio comercial están imbuidas de un espíritu ilustrado, más afín con el pensamiento burgués», señala el profesor.
Libros ingleses, franceses, y en menor medida holandeses, circulaban con cierta profusión entre las élites sociales. Los franceses eran los más difundidos entre las nobiliarias, no en vano se trataba del idioma de aprendizaje obligado en su formación. Entre los comerciantes, el inglés era el más habitual, «dando lugar a bibliotecas de gran nivel como las de las familias Blanco, Barry, Pasley o Cólogan», señala.
Y repasa Manuel Hernández en su trabajo a personalidades isleñas como Ruiz de Padrón, Eduardo Barry, Cabral de Noroña, los hermanos Lugo Viña o Diego Correa, entre otros, que residieron en los Estados Unidos y traslucieron sus influencias en su forma de pensar y en su visión del mundo.
Manuel Hernández.- HISTORIADOR
Un sólido investigador
Manuel Hernández es miembro de las Academias Nacionales de la Historia de Venezuela, República Dominicana y Cuba. Ha sido coordinador del Centro de Documentación de Canarias y América (CEDOCAM), además de profesor invitado y becario post-doctoral de la Universidad John Hopkins de Baltimore. Cuenta en su haber con más de cuarenta libros publicados, ediciones de obras de viajes, estudios críticos y más de un centenar de artículos y capítulos de libros. Ha ganado seis premios de investigación histórica.
Sobre «Tenerife wine»
Este historiador sostiene que ninguno de los documentos de aquella época que ha consultado de diferentes fondos, referidos a las transacciones comerciales entre Canarias y América, hace mención expresa a Tenerife wine. «O bien se habla de malvasía o de Canary wine», si bien admite que Tenerife es la isla de mayor producción vitícola, que contradice el anuncio que hacía público la pasada semana el Cabildo de Tenerife, en el sentido de que ha elaborado un estudio sobre el uso del término Tenerife wine a lo largo de la historia con el objetivo, según explicaba en nota de prensa, de «enriquecer y conservar el legado cultural asociado a este producto» como paso previo a su empleo en diferentes acciones promocionales y divulgativas. El estudio, realizado por el investigador Carlos Cólogan, servirá como herramienta para mejorar la comercialización del producto. «Nuestros vinos tienen una historia que no poseen otros y tenemos que ponerla en valor y presumir de ello», destacaba el consejero insular de Agricultura, Ganadería y Pesca, Jesús Morales, quien anunció que el resultado saldrá a la luz en forma de libro.
Libro de Carlos Cólogan
Según precisa la información del Cabildo hace varios meses se encontraron referencias expresas al uso del término Tenerife wine en la venta y exportación a Reino Unido y Estados Unidos durante los siglos XVII y XVIII en archivos documentales de comerciantes locales. Según Carlos Cólogan, resulta de justicia decir que el vino de Tenerife o Tenerife wine fue la «mejor divisa para la Isla», que permitió que se mantuviese a flote desde el punto de vista económico durante el siglo XVIII. El vino fue la tabla de salvación en todos los sentidos. Pero, por encima de todo, permitió a Tenerife, conocida entonces como una de las islas del vino conjuntamente con Madeira, ser relevante en un mundo globalizado. La intención del Cabildo de Tenerife ha sido recuperar toda ese universo que gira alrededor del vino tomando este trabajo realizado por el historiador Carlos Cólogan» …….
http://eldia.es/2016-12-04//1.htm
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