Canarias. El vino:
Las Islas Canarias fueron conquistadas por los europeos durante en siglo XV. La lejanía y la agreste y escarpada orografía del terreno, sobre todo en las islas occidentales, hizo que la conquista se prolongara todo el siglo, siendo Tenerife la última isla conquistada, en el año 1.496. A su llegada, los conquistadores se encontraron con una población en plena edad de bronce.
Siglo XV
Los europeos trajeron la vid a lo largo del siglo. Se tiene noticia de que la primera viña de Tenerife fue plantada por el portugués Fernando de Castro, en el año 1.497, y que John Hill, un inglés, plantó la primera viña en El Hierro en 1.526. Las islas occidentales (Lanzarote y Fuerteventura) fueron conquistadas casi un siglo antes por Juan de Bethencourt, por lo que el origen de las vides en aquellas islas probablemente sea francés.
Siglo XVI
El vino de Canarias adquiere calidad y prestigio, hasta el punto que desde principios de siglo comienza a ser exportado, a Madeira en 1515, a Jerez en 1517 y a Inglaterra en 1519. En 1573 Felipe II recibe un informe sobre la actividad vitícola de las Canarias. Este auge se debe fundamentalmente a tres hechos: La vid es un buen cultivo sustitutivo para la caña de azúcar, cuyo mercado estaba siendo copado por la masiva producción de América. La alta calidad del vino dulce de malvasía, conocido como “Canarias” o “Canary”. Este vino procede de la isla de Candía. La facilidad para la exportación que las islas tenían, dada su estratégica situación en el tránsito de navíos entre tres continentes, Europa, América y África. Los tratos de importación de trigo del continente africano tienen como inconveniente el pago en dinero al contado por la nula demanda de malvasía. El tráfico en los puertos de Garachico y La Orotava supera al de Santa Cruz.
Siglo XVII
Comienza la decadencia del vino Canario. En 1663 Inglaterra establece la Staple Act, que acaba con el suministro de vidueños a las colonias inglesas; la sustitución del malvasía por el oporto y el madeira conducen a una presión aduanera sobre el malvasía que en 1700 alcanza el 50% del valor de la pipa, lo que le permite a Inglaterra suministrarse en un mercado, el lusitano, donde su balanza favorable es
desproporcionada. (A.de Bethencourt Massieu).
A lo largo del siglo los ingleses, valedores en principio del comercio con Europa y América, tratan más tarde de implantar un monopolio comercial con los vinos Canarios. Esta pretensión provoca conflictos que
alcanzarán su máxima expresión cuando un grupo de personas derrama el vino de las bodegas inglesas en el puerto de Garachico, en 1.666.
Siglo XVIII
Las relaciones comerciales con los ingleses dificultaban el que anteriormente había sido un floreciente mercado. A este hecho se sumó a principios de siglo un hecho inesperado: el 5 de Mayo de 1.706 el volcán de Garachico entró en erupción, sepultando el puerto. Esto dificultó aún más las exportaciones, al haber quedado inutilizado el puerto de mayor tráfico de la isla de Tenerife. Hubo de pasar algún tiempo hasta que los puertos de Puerto de la Cruz y Santa Cruz tomaran el relevo de Garachico. No obstante, los vinos de Canarias siguen siendo apreciados. El Rey Carlos III concluía sus banquetes brindando con un “Canarias”.
Siglo XIX
La decadencia del mercado vinícola se consuma con dos enfermedades aparecidas a lo largo del siglo: el oídio, en el año 1.852 y el mildio en 1.878. A pesar de que Canarias nunca padeció otra gran plaga mundial, la filoxera, el daño producido por aquellas enfermedades, junto con las dificultades comerciales, produjeron la muerte de este sector económico hasta el último tramo del siguiente siglo.
Siglo XX
El vino es producido para consumo local fundamentalmente. En 1.985 se crea la Denominación de Origen Tacoronte-Acentejo, en un intento de regular la producción de vino y aumentar su calidad. En pocos años se crean varias Denominaciones de origen más, no sólo en Tenerife sino en casi todas las islas del archipiélago, alcanzando reconocimiento y premios en distintas ferias.
Tacoronte-Acentejo:
Las prácticas de cultivo son las tradicionales y las que tiendan a conseguir las mejores calidades. Básicamente, la viña se cultiva en curiosos parrales desmontables confeccionados con “horquetillas” de monte, en líneas o margas a un marco de plantación de 1 a 1,20 metros entre plantas, y de 6 a 8 metros entre líneas. Estos parrales se arman cada año en el mes de junio, lo que se denomina levantada de la viña, permaneciendo así hasta después de la vendimia, labor que se efectúa en los meses de septiembre y octubre; acto seguido, se desmontan de nuevo y se colocan las parras sobre el terreno, recogidas sobre la línea de plantación, para así dejar el terreno libre para los cultivos de la papa, millo, etc. En los últimos años se ha observado un incremento sustancial de las Espalderas. En la producción del mosto se siguen las prácticas antiguas, aplicadas con una moderna tecnología orientada hacia la mejora de la calidad de los vinos. Con el objeto de que el vino que llegue al consumidor tenga una calidad constante a lo largo del tiempo y nuestros campos puedan seguir cultivándose, permitiendo una calidad de vida de los viticultores acorde a los tiempos en los que vivimos, se produce una colaboración estrecha entre viticultores y bodegueros. Ésta se manifiesta fundamentalmente a través de los contratos agrarios que permiten a las bodegas tener una alta calidad de uva a precios razonables y de evolución predeterminada a lo largo de los años. (fuente: El Tambor/Tacovin.com y Bodegas El Sitio de San Juan)
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